Now Reading
Tiburones Vs. Delfines

Tiburones Vs. Delfines


La intención no es hacer apología al primitivismo o a la edad de piedra sino brindar una invitación a pensarnos en el entorno como agentes activos.


Por. Carlos Mario Díaz Solano

Hace poco veía un documental naturalista más que encontré de casualidad en una de esas cadenas de streaming al servicio absoluto y obediente del casi imperceptible flujo del ineluctable cotidiano.

En él encontré múltiples fenómenos cuya diversidad en maravilla me abrazaba con espasmos de alegría que, amables, me invadían repentinamente al encontrarme con las bellezas derrochantes de la creación.

Un par de ellos fueron elegantemente sintetizados,  por un gran amigo mío, en una pregunta que aún no me decido a formular en este momento lúgubre de la lectura, necesariamente caracterizado por la ausencia del contexto y la consecuente carencia de elementos  de juicio para intentar responderla. Lo mejor será exponer primero los hechos.

Nosotros, que vivimos en esta época en la que sin haber cambiado fundamentalmente nada de nuestra primitiva naturaleza y sin diferenciarnos lo suficiente de la esencia del ser humano de hace ocho mil años, hoy estamos tristemente distantes del encuentro real con las cosas que nos rodean, alejados del anhelado encuentro cercano con la naturaleza, con la vida, con las cosas que son verdaderamente importantes.

Sin embargo, hoy en día, aún encontramos comunidades indígenas,  campesinos o incluso personas que por razones étnicas, éticas, religiosas o de cualquier otra índole cambiaron el comportamiento nihilista -leáse importaculista- que obedecían y adoptaron modos de vida más respetuosos y satisfactorios; ahora siguen estilos de vida totalmente diferentes de aquella frenética y desbocada estampida en la que vamos sin sentido a una extinción inevitable.

Y basta desconectarnos un poco solamente de la realidad virtual y falaz en la que colocamos nuestro tiempo e interés cada día e ir al parque, hacer ejercício, pasear al perro, comentar con los amigos,  ir a una finca, leerse un libro o pensar un poco en qué hacer para cambiar lo que nos rodea y hacerlo, algo grande o pequeño, no importa, sino el hacer; para volver a conectarnos con lo nuestro, con aquello que nos contorna, que se nos yuxtapone rebosante esperando que lo veamos, que lo reencontremos, que lo toquemos de nuevo.

Ora pues, la intención no es hacer apología al primitivismo o a la edad de piedra sino brindar una invitación a pensarnos en el entorno como agentes activos.

Somos artistas del día a día. Conscientes de esta potencia moldeamos nuestro entorno del mismo modo en el que un pintor le pone formas y colores a su lienzo o un músico le pone sonidos y silencios, notas, intensidades y ritmos a los intervalos de tiempo que se sucenden unos a otros indeteniblemente pero amenizados. 

Alfareros de nuestra vecindad, debemos moldear el material plástico que constituye el territorio que nos rodea.

Es en este punto en donde tiene cabida la reflexión que propone mi amigo; la cuestión es la siguiente.

See Also

¿Has observado tú, querido lector, la estrategia de pesca que usan los delfines o las ballenas? Consiste en que una parte del grupo rodea un cardúmen de peces bien sea con fango o sea con burbujas descollantes, que, en resumen, abruman a los incautos peces quienes desorientados emprenden una torpe fuga hacia la muerte, para felicidad del mamífero cazador.

La cuestión fundamental en esta estrategia radica en que un grupo de cazadores trabaja para la ventaja de otro que, una vez obtenida su ración, muda su papel en el oficio de la caza colectiva y desempeñará ahora la tarea de rodear al cardúmen para facilitar la captura de especímenes por parte de los otros miembros de la manada.

Los tiburones, por su parte, usan una estrategia menos eficiente; tanto para la parte como para el grupo. Lejos del punto de equilibrio de Nash, deciden abordar una búsqueda individual que aminora la eficacia en la captura a causa de la competencia con los pares por la presa.  Lo que pudiera ser un festín para los feroces depredadores se limita a una cacería infausta por precaria.

Surge entonces la pregunta que bien pude formular al principio de todo mas que he preferido aguardar por depositar un poco de confianza en la contextualización, para valorarla: ¿Cuál de las especies es más inteligente?

Espero que en el fondo de tu raciocinio y de tu corazón, caro lector, sepas como yo la respuesta. No porque otro te haya dicho que un animal es más inteligente por tal o cuál razón, o por que lo haz leído en algún lugar de la inconmensurable web, sino porque reconoces la huella indeleble de la inteligencia, que sabe poner la victoria del grupo sobre el interés particular, donde prima el bienestar común sobre el individual y donde los sujetos depositan su confianza en el colectivo porque saben que ayudando a los demás serán, en su momento, ellos también, ayudados, porque ellos mismos son los demás.

View Comments (0)

Leave a Reply

Your email address will not be published.

Scroll To Top