En síntesis, y como era de esperarse, se verifica que el número de habitantes y el desmedido consumo individual determinan altas presiones sobre los sistemas naturales de abasto y provisión.
Por: Cristian Julián Díaz Álvarez – Decano Nacional Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas Área Andina – cdiaz95@areandina.edu.co
Las grandes ciudades en Colombia diariamente evidencian, para la mayoría de sus habitantes, el espejismo del crecimiento económico: la riqueza se concentra en un pequeño porcentaje de la población, las oportunidades se distribuyen de manera desigual entre el norte y el sur, la infraestructura sucumbe rápidamente al uso, y el ambiente urbano se deteriora continuamente, entre otros problemas.
Sobre este tipo de sistema complejo, los programas de Ingeniería Industrial, Ambiental y la maestría en Gestión Ambiental de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Básicas de Areandina, desde el macroproyecto de investigación en Cambio Climático y Desarrollo Sostenible, han concentrado su estudio y discusión con el aporte de varios expertos en la materia, teniendo como resultados preliminares algunas advertencias sobre los riesgos ambientales asociados con el modelo de consumo de agua, energía eléctrica, combustibles fósiles y alimentos y bebidas; y la obsolescencia de buena parte de la infraestructura urbana.
En síntesis, y como era de esperarse, se verifica que el número de habitantes y el desmedido consumo individual determinan altas presiones sobre los sistemas naturales de abasto y provisión. Es decir, sobre las zonas rurales que explotan al máximo sus recursos naturales para producir alimentos; sobre los vulnerables páramos y demás ecosistemas estratégicos de donde se obtiene el agua para los sistemas de potabilización y los grandes reservorios para la generación de energía eléctrica; y sobre el subsuelo de donde se extraen los hidrocarburos y metales.
Las ciudades capitales de departamento, al parecer, tienden a ser egoístas con su región próxima, con la ruralidad, y hasta con sus propios habitantes, quienes diariamente trabajan para tener, algún día, las oportunidades que pocos gozan.
Es tal el depredador comportamiento de muchos asentamientos humanos en Colombia que, con sus aguas residuales, contaminan los ríos urbanos, convirtiéndolos en cuerpos de agua putrefactos que, tarde que temprano, envenenan lentamente el río Cauca y el Grande de la Magdalena. Así mismo, producen miles de toneladas diarias de residuos sólidos que terminan en rellenos sanitarios, botaderos a cielo abierto, lotes rurales, quemados incontroladamente o en los cuerpos de agua. Problema al que se aúna las emisiones de sustancias químicas peligrosas y partículas que provocan la pérdida de calidad del aire.
Prever un futuro ambientalmente sostenible para las ciudades colombianas puede convertirse en un cuento de hadas. El riesgo de un colapso es latente, ya sea que éste ocurra en 2025, 2038 o 2050. La lógica económica reinante, el optimismo tecnológico y la enajenación de muchos de nosotros son algunos de los sedantes que no permiten reconocer la existencia de límites para el crecimiento y la certeza de las leyes naturales sobre las urbes, entre ellas la entropía.
Por el momento, no hay garantías para que nuestras ciudades sean ambientalmente viables bajo el actual modelo de crecimiento, esquema de consumo y relación con la naturaleza, por tanto, es momento de manifestar que todo asentamiento humano es altamente vulnerable ante la variabilidad y el cambio climático, a la interrupción de los flujos de materiales y agua y, a la creciente contaminación. Es momento de admitir que la mayor invención humana, la ciudad, en su ciclo de vida, puede morir.
Ante este panorama desolador, la Ingeniería está llamada a proponer y poner en marcha proyectos de infraestructura que emulen e inserten la naturaleza en el ambiente urbano; así mismo, gestionar la información y analizar millones de datos en el menor tiempo posible para la toma de decisiones de sus habitantes y gobernantes, reducir el impacto ambiental del aparato productivo de bienes y servicios, disminuir los consumos de materia, energía e información optimizando los procesos y, sobre todo, trabajar de manera interdisciplinar con las otras profesiones, oficios y saberes.
Ciencia, Tecnología e Innovación, son palabras trilladas y agotadas socialmente, pero que en manos de un Ingeniero pueden provocar un cambio urbano que mejore la calidad de vida de sus habitantes y visitantes, cualifique drásticamente los indicadores de sostenibilidad ambiental, coadyuve al desarrollo de la región y, aumente su competitividad en un mundo cada vez más competitivo.